13 mar 2011

LOS DUEÑOS DEL CRIMEN

DELINCUENCIA HAY QUE BUSCAR EN LAS CLASES MEDIA Y ALTA

Los pobres van a la cárcel en vez de los dueños del crimen

Los pobres son los contratados (empleados) de los dueños de la criminalidad, luego, ellos son los que van a la cárcel, afirma el jurista argentino Alberto Binder, quien asegura que la criminalidad no se va a resolver nunca si el sistema penal solo castiga, como sucede hoy, a los delincuentes de poca monta. Binder dictó charlas sobre el acceso a la justicia de los sectores vulnerables, con auspicio de INECIP, Paraguay.
por
Cuál es la importancia de este tema de la justicia de los sectores vulnerables?
–Como especialista en este tema del endurecimiento del sistema penal y el difícil acceso  a la Justicia de sectores en situación de vulnerabilidad, me invitaron  a dar unas charlas a los magistrados, los de la organización INECIP Paraguay. Tengo algunos libros escritos sobre la materia y sobre la reforma judicial penal...
Por qué dice que la justicia penal no es igual para ricos y para pobres?   
–No es igualitaria. La justicia penal trata de un modo más duro a las personas de los sectores sociales. Es un tema clásico del derecho penal, es decir, dicho de un modo claro para que lo entienda la gente: finalmente la justicia penal solo se ocupa de la gente pobre.   
–Claro, uno va a la cárcel y casi no hay un ladrón de guantes blancos... 
–En nuestros países se aplica perfectamente el dicho popular que dice: el código de comercio para la gente rica, el código penal para la gente pobre.
–¿Por qué el acceso a la democracia no pudo revertir eso?–Y bueno, pasan las décadas, pasan los gobiernos, se reforman los códigos, pasan los gobiernos de derecha, pasan los de izquierda..., con gobiernos dictatoriales, autoritarios o no, finalmente quienes están en la cárcel son...   
 –Los pobres...    –Entonces, hay que preguntarse qué está pasando y cómo se puede remediar con una mejor defensa pública, una mejor organización de la fiscalía...   
 –Pero, en la realidad, ¿hay más delincuentes pobres?    –Es un error muy grande creer que la criminalidad está vinculada a la pobreza. La mayor parte de la criminalidad urbana está vinculada a negocios...   
 –¿A grandes negocios?    –A negocios grandes y negocios menores. Fíjese, un delito menor, el robo de un celular, o un delito que ya no es chico como es el robo de vehículos, todo eso está vinculado a grandes mercados. Claro que una autoridad puede dedicarse a capturar a chicos pobres o vinculados a la marginalidad que roban un celular o una cartera, pero eso es infinito. El mercado de robo de celulares, de cosas, robo de ganados, robo de vehículos, sigue  y va a seguir intacto.   
–“La ocasión hace al ladrón”, se dice cuando se habla de delitos menores...   
–Sí, está bien, algunos dicen que hay que tratar de evitar las tentaciones que estimulan el delito. Pero hay que ir más allá. Hay que aprender a desarticular esos mercados. En Buenos Aires, que tenemos grandes problemas de violencia que no los tiene Asunción por ejemplo, a los chicos se les paga para que salgan a robar autos. Entonces uno sabe cuáles son los precios para robar determinados tipos de autos...   

–El crimen organizado...    –Hablar de crimen organizado no es solamente el negocio de la droga. Cuando hablamos de mercados organizados, tenemos que ver cómo enfrentamos esos fenómenos, porque si no, metiendo muchachitos jóvenes a la cárcel podemos pasarnos el resto de la vida sin solucionar el fondo de los problemas.   
–¿Es cierto entonces que una mayoría de ladrones de gallina es la que está en la cárcel?    –Sí, sí. Obviamente hay mucha gente que está por delitos violentos y el delito violento es algo que también hay que tomarse en serio.  Pero son muchos más los ladrones menores. Sobre todo, el sistema penal hoy se está ocupando de gente cada vez más joven. Eso también tenemos que revisarlo porque tenemos cárceles horribles.
–Con hacinamiento terrible...   
–Estamos metiendo gente cada vez más joven a la cárcel, con lo cual, también tenemos que preguntarnos como sociedad si qué estamos haciendo frente a chicos que no tienen muchas oportunidades, a los que se les enseña a ser violentos antes de que vuelvan a salir en libertad. Primero hay que tomar conciencia del problema y luego tomar acciones muy claras, cambiar la forma de persecución del delito, darles mucha más importancia a los fenómenos estructurales y a la criminalidad económica fuerte, a los delitos que comete la gente de clase media, clase alta.   

–El funcionario público...    –Paraguay tiene grandes problemas de contrabando, macro y microtráfico de drogas, contrabando de armas, trata de personas. ¿Usted cree que el robo de vehículos, del mercado de autopartes, de venta de vehículos de lujo está en manos de gente pobre? Tenemos que obligarnos a investigar quiénes son los dueños de desarmaderos, de playas, identificar a los que exportan a la Argentina, o traen autos de Brasil...   
–Son los bandidos grandes?   
–Los pobres no tienen capital. Los piratas del asfalto, el robo de ganado, el robo de vehículos, ¿qué tiene que ver eso con la gente pobre? Si un campesino se roba una vaca por hambre es otra cosa, pero el robo sistemático de ganado no es atribuible a la gente pobre. Es una mascarada para no perseguir a los verdaderos autores de los delitos, centrarnos en la persecución de gente que no tiene dónde caer muerta. No son ellos los que manejan el negocio.   

–Hoy día se atribuye bastante a los funcionarios el hecho de que amasan fortunas con tremenda facilidad...    –El problema que tenemos es el vínculo que existe entre la criminalidad y las organizaciones estatales, militares, policiales. En la Argentina tenemos en este momento un grave problema. Se está investigando el efecto del mercado de los medicamentos adulterados. Ahí están metidos los funcionarios, los sindicatos, las bandas de criminales. Imagínese. Falsificaban remedios contra el cáncer, contra el sida, causando daños irreparables.
–¿Hay que cambiar el código penal, penalizar más fuerte?   
–No, no, no. Ni una cosa ni la otra. Paraguay hizo cambios importantes en su sistema penal en la última década, pero tiene que avanzar hacia grandes reformas judiciales, sin duda.   
–Se sabe muy poco del alcance de los delitos...    –Siempre pongo un ejemplo de la experiencia que me tocó vivir en Bolivia hace un par de años. Se estaban robando garrafas de gas, un delito de pobres contra pobres, diríamos. Una investigación periodística reveló que las garrafas iban a parar a la propiedad de un intendente en la frontera con Perú. Tenía depósitos de 20.000, 30.000, 50.000 garrafas que las exportaba a Perú...    –Seguramente era un político como tantos, con el aura de benefactor de la comunidad...    –Era el intendente del pueblo de la frontera, nada más y nada menos. Era una metáfora muy clara, una analogía muy clara de cómo pasan muchas cosas. La violencia tiene mucho que ver con los mercados, porque se mezcla con drogas, trata de personas, con mafias, con negocios. Es una violencia sistémica que se da por el juego de estos mercados  ilegales donde cada vez circula más plata. Nadie la controla. Le hago un desafío.   
–¿Cuál?    –Busque y haga una investigación de cómo es el mercado de vehículos en Asunción. ¿Dónde termina todo? ¿Dónde terminan las cosas usadas? ¿Qué hacen los desarmaderos? ¿Quién compra los repuestos? ¿Cómo pasan a la Argentina? ¿Cómo se pasa a Brasil? ¿Cómo está conectado el mercado de acá con los vecinos?   
–¿El caso de los celulares?    –El caso de los celulares es el más común de todos. Se mezcla con negocios “lícitos”, así, entre comillas, porque existen muchas formas de anular el celular inmediatamente...   
–Pero no se anula...    –A las compañías también les conviene este recambio permanente de celulares que hay.   
–Esa violencia salvaje que hay en México, ¿es porque realmente están combatiendo el delito en serio o  porque el fenómeno ya es incontrolable?   
–Eso que pasa en México, pasa en Colombia, pasa en otras partes, en Río de Janeiro, en São Paulo. Ocupan hasta territorios y desafían  al Estado...

–Y la gente los defiende...    –Sí, porque se benefician de los servicios que ellos les prestan. A diferencia de Río o São Paulo en Brasil, acá en el Cono Sur: Paraguay, Argentina, Uruguay, Chile, todavía tenemos una situación muy controlada, pero se puede deteriorar si no hacemos las cosas  correctamente. Hay negligencia, desidia...   
–En los noticieros de la televisión, en las radios, los diarios, solamente aparece gente pobre.    –Esa es una manera bastante cruel de esquivar el bulto y desviar la atención...   
–Es gente a la que se detuvo in fraganti...   
–Si se va a ensañar con los que roban autos, puede llegar a detener 500, pero hay otros 500 o más que están esperando entrar en el negocio. Puede haber 10.000. Si usted no desarticula el mercado de robo no va a lograr nada nunca.   
–¿Y si se complementa con coimas, sobornos...?   
–Ese es el problema. Entonces, no digamos que los pobres son los autores. Digamos que los pobres son los contratados por los dueños de la criminalidad, luego, ellos son los que van a la cárcel, no los dueños.   

–¿Normas más duras?    –Las normas duras siempre se van a aplicar a la gente vulnerable, no  a la gente más poderosa que tiene excelentes abogados. Uno tiene que tener la inteligencia para seguir la pista y estar bien informado para no dejarlos crecer.    –Las autoridades, cuando hacen su balance, y dicen que lograron apresar 100, 500, 1.000 delincuentes, ¿eso no significa nada para usted?  –Depende, de quiénes fueron los detenidos. Eso solo no me dice nada sobre la evolución del fenómeno criminal.   
–¿Es mejor que los larguen?   
–Depende. Bueno, no es tan sencillo el tema. Vuelvo a poner el ejemplo del robo de vehículos que es más evidente, digamos. Viene un chiquito medio tomado, con un revólver. Me saca el auto. Si yo me dedico solamente a esos chicos. ¿Cuántos chicos que pueden ser tentados –chicos de 14 a 20 años– a hacer eso mismo en Asunción: 500, 10.000, 20.000?
  
–Son cada vez más chicos...    –Se los recluta más chicos porque son más baratos.  Hay lógicas económicas detrás de esto. Eso es lo que hay que entender. No es un problema moral. Es un problema de que estamos dejando crecer mercados ilegales.    –Acá hay un proyecto de ley que elimina la alternativa a la prisión para los reincidentes. No se le va a dar más libertad..–Son medidas demagógicas esas. No van al fondo del asunto.    –¿Usted qué haría?    –Lo que hay que hacer es, al contrario, si las cárceles las tenemos convertidas en centro de entrenamiento para gente violenta, lo que hay que hacer es tomarse en serio la cárcel, aun para evitar como una cuestión preventiva.   
–Hay que sumarles los motines...   
–Si usted tiene una cárcel con capacidad para 3.000 personas y hay mil más, siempre va a haber problemas. Siempre van a pelear. Siempre va a haber degradación. Hay que ponerle un tope y tomar en serio la organización carcelaria para que de ahí la gente salga aprendiendo un oficio o servicios, cosas que se han abandonado totalmente. La educación y el trabajo en la cárcel, que son el eje de lo que uno puede hacer con la gente ahí adentro, se han abandonado.   
–¿Las organizaciones criminales son los que manejan la cárcel?   
–Son las mafias metidas adentro. Es un problema de mafias, no de gente pobre...
Mientras, en el Congreso de la Republica, los verdaderos bandidos se nos cagan de la risa

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